Mi amigo lleva razón, el mundo siempre ha sufrido el azote de diosecillos en todos los tiempos, estos aspirantes a dios, siempre han traído mucho sufrimiento y daño a los que han tenido la desgracia de estar bajo su sombra.
Yo personalmente me desespero de soportar su presencia que me es insufrible, e imagino lo que tuvieron que sufrir en el mundo los que en tiempos pasado lo padecieron, así mismo me consuelo algo cuando conozco cómo acabaron.
Investigo un poco en la historia pasada y me tropiezo con grandes imperios, tan impresionantes y tan poderosos como ahora nos pueden parecer éstos de ahora, aunque yo creo que los antiguos imperios eran superiores en poder que los nuestros actuales. Me refiero a los Aztecas, los Incas, el imperio romano, el asirio y los mismísimos faraones de los cuales nada queda ya, y de alguno casi ni recuerdos.
El mítico rey persa Jerjes, que se decía (como no) divino.
Todos tenían en común el endiosamiento, se creían divinidades y exigían un tratamiento de dioses y que se les adorara. Se decían ser los responsables de las cosechas, de las lluvias y hasta de la salida del Sol sobre la tierra.
Practicaban sacrificios humanos, sus preferidos eran los niños…
En un tiempo el dios en la tierra, el faraón, dispuso que todas las mujeres hebreas perdieran su descendencia, una hebrea desobediente salvó al crío en una cesta…fue recogido por una egipcia de estirpe real y estéril ella lo crio como hijo suyo, fue Moisés, y ya sabéis lo que vino años después…
Ese Gran y poderoso imperio del dios faraón en la tierra es hoy solo una despreciable sombra de lo que fue.
Lo mismo le pasó al otro imperio que lo derrotó, y de ese modo el “divino” César fue aplastado por otros.
El acto de soberbia de la torre de Babel que cita mi amigo, no es nada más que otro ejemplo.
Hoy tenemos a otros que se dicen élites, que creen que han alcanzado un gran poder, que aspiran a la inmortalidad nada más y nada menos, y que nos mueven y manejan como simples piezas de ajedrez, y para ellos somos como ganado, y quieren diezmarlos de modo eficiente.
Pero estos también tendrán su holocausto personal y colectivo, sueñan como soñó un tal Adolfo, con un nuevo orden, que aquél Adolfo también lo llamaba de ese modo a su sueño, pero todo quedará en un mal sueño, aunque bien regado de víctimas inocentes.
Las miríadas de inocentes corderos, no van a poder hacer nada, pero estoy muy seguro que no van a poder culminar su torre de Babel moderna, que como aquella, será confundida y se destruirá así misma.
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